domingo, 19 de diciembre de 2010

Cuando el adulterio acecha, Irán ahorca


Este mes de diciembre, las destempladas luces de Navidad compiten en protagonismo con los cables diplomáticos de Estados Unidos. Mientras que las primeras constituyen, como siempre, un estrepitoso motor para la acción consumista, las segundas vienen envueltas en ese halo de misterio que cubre todo aquello que debería haberse quedado en secreto de Estado y se ha convertido en carnaza de interés general.

Pero me sorprendo a mí misma leyendo el periódico (impreso, soy una romántica y sigo disfrutando manchándome los pulgares de tinta) y pasando de largo farragosas parrafadas sobre tales documentos. Filtraciones que permitirán que ciudadanos anónimos se acerquen a las tinieblas organizativas y logísticas del Gobierno de Estados Unidos.

Perdónenme si ese viaje a las entrañas del poder no me resulta tan atractivo como debería, pero me ha parecido demasiado escalofriante una tímida noticia sobre la pena de muerte en Irán. Es el nombre de Shahla Jahed y no el de WikiLeaks el que ronda mi cabeza. Me alarma y me enloquece el hecho de que la muerte pueda tener nombre de mujer adúltera. Tal vez por aquello de que soy mujer y libre. Tal vez porque puedo hacer y deshacer mi vida sentimental sin que me persigan las sombras de la lapidación, la ablación, los latigazos y los verdugos.

Los lectores que estén al tanto del lúgubre suceso, podrán pensar que Shahla Jahed no fue ahorcada por viciosa sino por asesina. Y yo diría que puede que haya un poco de lo anterior. Pero hay mucho de algo más. Y es que la oscura noticia rezuma contradicción y machismo desde el mismo titular.

El sigheh es un modo de convivencia recogido en la jurisprudencia islámica chií, a partir del cual hombres y mujeres pueden cohabitar durante “n” horas al día sin vivir en el pecado. Lo que en un principio podría parecer el guiño permisivo de una sociedad asfixiante, adquiere tintes de prostitución y desigualdad si consideramos que:

1.- La mujer recibe una suma de dinero por los servicios prestados
2.- Los hombres iraníes pueden tener hasta cuatro esposas permanentes y un número ilimitado de temporales
3.- Las mujeres sólo pueden tener un marido.

Pues en “sigheh" (que no en Sitges) vivían Shahla y Mohammad Jani: un mediático delantero de la selección nacional de Irán quien, a su vez, estaba casado “de verdad” con otra mujer que apareció zurcida a puñaladas. En un principio se juzgó a ambos. Y Shahla reconoció su culpa. Pero a pesar de que se retractó y de que ciertos observadores internacionales alzaron sus voces contra un proceso que tuvo lugar a la sombra de la coacción, Shahla fue llevada a la horca. La pena de él consistió en 74 latigazos por haber fumado opio. Sí, han leído bien. No por inducir, ser cómplice o protagonista de este triángulo tóxico y caprichoso, sino por haber fumado opio.

El objetivo de la revista era la defensa de los derechos de la mujer iraní. El final de Shahla no pudo ser más pavoroso. Ahorcada al amanecer en la cárcel de Evin y en compañía de “los suyos”. Nada de verdugos discretos; de aquellos que, como en la antigüedad, se tapaban la cara para que el ejecutado no desatara su ira contra ellos en la otra vida. Su propio hermano retiró la silla. Y su ex marido temporal, su amante reconocido por ley, presenció la escena para pronunciarse como si de la evaluación de la victoria futbolística se tratara "La asesina de mi esposa debe recibir el castigo adecuado".

Casualmente, Shahla se llamaba también la Directora de la clausurada revista iraní Zanan, que en persa significa “mujeres”. Parece ser que Zanan tenía una tirada de 40 mil ejemplares antes de ser clausurada por amenazar “la seguridad psicológica de la sociedad iraní”. El objetivo de la revista era la defensa de los derechos de la mujer iraní.

Paso la página del periódico y me topo con WikiLeaks de nuevo.

Publicado en Mujeres y Cia el 15/12/2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

“FELICIDÁ”: Sobre los años que pasan y no pesan

Cierto curandero a quien respeto profundamente, me preguntó en una ocasión por el paradero de la felicidad. Me imagino que el hombre, cansado de ver hatajos de almas en pena resistiéndose a alcanzarla como gatos panza arriba, decidió lanzarle un órdago a una ciudadana supuesta y medianamente feliz (servidora)
Sin embargo, hoy no tengo del todo claro que yo en aquel entonces me sintiera llena...“tipo luna en fase colmada”…

Años después, otro curandero a quien también respeto profundamente (a pesar de no tener diván sino cama… muy placentera, eso sí) me cantó una canción.
Se llamaba “Felicidá” y hablaba del paradero por el que me había preguntado el primer curandero. Yo, hasta entonces, no sabía que el más buscado de los estados del karma tenía nombre de isla.

El primer curandero me hizo la pregunta. El segundo me dio la respuesta.

Hoy cumple años uno de ellos. Concretamente, el que tuvo la generosidad de compartir conmigo el domicilio onírico de su “felicidá”. Por eso y porque le quiero, quería contarle un “minicuento” rebosante de amor y buenos deseos. Y pedirle que siga regalándome olas, metas y fases (lunares o no, lo mismo me da) Y que en esos días en los que, el ciclo de la vida me vuelve complicada, me arrope con su manto telúrico y me hable con voz calmada.

Sé que a él, como a mí, le han robado “su felicidá” a ratos. Pero también sé que, desde que estamos juntos, lo tienen jodido las ratas y los gariteros. Porque le pueden arrancar a uno la ropa y los recuerdos. Pero nunca el presente cuando no está solo y el nombre de su compañía es sinónimo de “felicidá”

“FELICIDÁ” INFINITA Y GRACIAS POR TODOS LOS MOMENTAZOS QUE ME HAS REGALADO DESDE QUE TE CONOZCO



Madrid, 14 de diciembre de 2010

domingo, 5 de diciembre de 2010

Rastreando las huellas del paraíso


Hay lugares capaces de cambiar al viajero la visión de su mundo para siempre. Lugares que transforman cuerpo y mente, entrañas y periferia.

La mayor parte de las veces, es mejor que el viajero no hable de ellos en según qué círculos. Sólo así podrá evitar ciertas estocadas dialécticas cuyo objeto no es otro que tachar estos lugares de estrambóticos, esotéricos y poco nobles para sus vástagos, amigotes y cualquier persona de bien. Sólo así (con la prudencia y el silencio) se ahorrará una oleada de miradas incrédulas, burlonas, petulantes… 

¿Para qué perder el tiempo escuchando argumentos peregrinos pudiendo peregrinar sin más?

Soy de las que piensan que hay que estar hecho de una pasta especial para pertenecer a esta estirpe de viajeros. Ellos conforman, sin saberlo, una especie de red secreta cuyos miembros no están al tanto de su pertenencia, pero no pueden dejar de reconocerse con un simple golpe de ojos. Al fin y al cabo, el mundo está dividido en dos tipos de seres humanos: los que no despeinan la superficie de la faz de la tierra y los que, constantemente, la atraviesan. Y sólo los segundos pueden profanar estos lugares y alcanzar el éxtasis. 

Se trata de exploradores que saborean el misterio de una selva esperando con avidez la selva siguiente. Hombres capaces de arrodillarse en templos de religiones ajenas. Conversadores que logran desatar su lengua con cualquier loco de la zona que, caminando de prodigio en prodigio, les invite a una charla espontánea. Hablamos de seres emocionales cuyo enésimo sentido (en otra ocasión hablaremos de su séptimo y sucesivos sentidos) les permite apreciar que la grandeza de los cielos de estos lugares, los hace incomparables con ningún otro cielo posible.

Dichosos los viajeros que consiguen enlazar su YO con muchos lugares pues evocarlos, les servirá de consuelo en la desventura y les ayudará a salir de los valles más oscuros del alma. 

Los viajeros siempre aprenden lecciones vitales en estas tierras (sus tierras, convirtamos a los viajeros en terratenientes ¡Se lo merecen!) A veces se instruyen a tientas, de tropiezo en tropiezo, atravesando el predecible ciclo de caerse y levantarse para caerse de nuevo.  Pero, interiorizada la enseñanza, los viajeros habrán aprendido “éso” que no se estudia en los colegios ni en la universidades;  “éso” que no se predica desde los púlpitos de las iglesias y no se descubre en los juegos de la infancia ni en los enigmas de la adolescencia.

                                          Formentera, Agosto 2010