sábado, 8 de octubre de 2011

Sin ella no estamos todas

 

“Kwa heri” significa adiós en swahili ; lengua rota y atronada,  accidental e inconsciente. Africana.
Me imagino que estos días, muchos kenianos le están dedicando un “Kwa heri” a Wangari Maathai: la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz. Fue Wangari una feminista cabal. Necesaria. La ecologista infatigable que, fiel a su cariñoso apodo de “Mamá Arbol”, fundó el “Cinturón Verde: la reforestación más ambiciosa de Africa que, sólo en Kenia, se tradujo en más de 10 millones de árboles. Pero no todas sus cosechas fueron tan fecundas y aceptadas como la de proteger a la Madre Tierra. En el discurso que siguió al Premio Nobel, Wangari declaró abiertamente su conformidad con la más sórdida de las teorías conspiratorias sobre el VIH. La que afirma que el virus, por aquello de ser mutante (entre otras vilezas) fue el resultado de cierto proceso de arquitectura genética diseñado para masacrar al africano (entiéndase negro) No sabemos si fue por la perturbación causada a medios y ciudadanos, pero la realidad es que la “Mujer Arbol” fue moderando sus posturas. Desconozco si volvió a hablar de su afinidad con la corriente que abraza el alumbramiento intencionado del Sida.  Pero si lo hubiera hecho, tampoco me habría parecido motivo de escándalo. Cualquier debate es higiénico siempre que la controversia verbal no se vuelva más importante que la lucha cotidiana: en este caso, la de contener la catástrofe seropositiva… que en Africa adquiere tintes de psicodrama colectivo.

Declaraciones subversivas aparte, Wangari fue una mujer arbórea, robusta como un baobab de tronco colectivo. Su esfuerzo infatigable por defender los derechos humanos debería ser reconocido por la historia. No es fácil ser mujer y negra. Haber sido abandonada en los ochenta por un marido que te considera demasiado poderosa intelectualmente… a la par que ingobernable. 

Wangari se ha ido, pero nos deja un legado generoso. Sólo por una de sus enseñanzas ha merecido la pena toda su lucha. Cuenta una de sus leyendas que hubo un incendio en Africa cuya magnitud provocó el pánico a todos los animales menos a un minúsculo colibrí . El colibrí empezó a volar al arroyo más cercano tomando un poco de agua en cada viaje con su pico.  A pesar del desánimo que le transmitían las demás especies, el pajarillo no cesó en su vuelo perseverante. Wangari demostró con sus logros que no por ser pájaro pequeño (mujer, negra…) debemos cerrar el pico… sino más bien coger la pala. 

Kwa heri  Wangari Maathai

 

“Wangari Maathai murió a los 71 años . Después de sobrevivir a ataques de la policía y a ser enviada varias veces a la cárcel. Le ganó el cáncer que había estado combatiendo por más de un año”.


Publicado en Mujeres y Cia el 30/09/2011