domingo, 29 de enero de 2012

“Nuestras hijas de regreso a casa”


El único negocio que florece en Ciudad Juárez es el de la conducción y entierro de difuntos:  de algún que otro difunto e infinitas difuntas. Puede incluso que lo realmente rentable sea la confección de la muerte en sí misma. Porque  las dimensiones de los crímenes en esta ciudad del norte de México, son tan grotescas e inhumanas, que llevan a unos y a otros a pensar en ciertos negocios poderosos y enfermos. Puede que hubiera una época plácida en la que las mujeres, sin escolta ni rodillas temblorosas,  acudieran al Río Bravo a lavar la ropa e incluso a bañarse ellas mismas. Pero si existieron tiempos así, poco tienen que ver con los actuales. Lo que inunda hoy esta localidad del estado de Chihuahua, son olas de asesinatos sórdidamente parecidos entre sí, Aparentemente irresolubles. Hay quienes señalan que para ahondar en el origen de la masacre, hay que descender hasta los infiernos más abismales de la mente humana. Otros, de forma más simplista, apuntan a los tentáculos opresivos del narcotráfico. 

La constancia e intensidad de los asesinatos han llevado a los investigadores a tachar la situación de feminicidio. También han sido la causa de que Ciudad Juárez ostente el altivo título de ciudad más peligrosa del mundo en varias ocasiones. Las matanzas impunes la han convertido en ese lugar de semáforos grises en el que si hay perros son callejeros y, si hay transeúntes, hace tiempo que perdieron la vista y la voz.  Juárez: punto de encuentro de unos cuantos  muertos e inagotables muertas. Indignos todos ellos de unas breves líneas de periódico 

Estudié los horrores del feminicidio en la universidad. No en la de México sino en la de un pueblo minúsculo y estérilmente seguro de la gélida Baviera, Alemania. Supongo que todos los españoles que estábamos matriculados ese año en Marketing & Comunicación, acometimos esa asignatura con gusto; presas de un arrebato morboso de contrastes: España, Alemania, México. Crímenes. El curso nos proporcionaría la miserable cantidad de dos créditos de libre configuración. No he conseguido retener el nombre del profesor que la impartía… más allá del acabado en “achen” de su apellido, pero si recuerdo que había hecho su tesis en el lugar del crimen. Sus ojos bávaros habían sido testigo de la mayor de las infamias… ¿chicana? ¿gringa?¿política? 

Hay algunos investigadores que mantienen que el “sello” feminicidio sólo se hace posible cuando hablamos de brutalidad organizada acompañada de odio hacia las mujeres y (más importante aún) la pasividad escandalosa de las autoridades. 

En Juárez parecen darse todos los supuestos. Las muertes suelen ser, además, macabramente parejas. Mujeres jóvenes y de escasos recurso que pueden llegar a tener una apariencia física similar. Morenas y chaparritas. De aire indígena y jornadas de trabajo interminables. Sin ningún poder social en cualquier caso. Las cifras son tan abultadas como inconsistentes. Varían ostensiblemente según las fuentes ¿3100 víctimas en 2010? ¿300 en el primer mes y medio de 2011? Las únicas voces que parecen alzarse realmente unidas e incómodas son las no gubernamentales. Las de las familias desmembradas que gritan “¡Nuestras hijas de regreso a casa!”

Mantenemos la esperanza de que algún día se haga justicia con la desaparición y muerte prematura de nuestras hijas, ya que sería la única forma de recuperar nuestra propia vida. Solidaridad para quienes, sin ser nuestras compañeras, comparten ahora mismo la pena de haberles arrancado un pedazo de su vida.

Nuestras Hijas de Regreso a Casa, A.C.

Tatuajes: más allá de la moda


No se puede hablar de tatuajes sin repasar la historia de las civilizaciones. Sin atravesar con la mirada al hombre en sí mismo o pensar en arte y en magia. Y sobre todo, sin resucitar creencias milenarias y ritos ancestrales.  


Pero el tatuaje como expresión artística, no se caracteriza sólo por su antigüedad sino también por su persistencia. Ha sobrevivido a todas y cada una de las crisis de conciencia del ser humano. Ha atravesado fronteras convirtiéndose en una constante universal.
En los  años 90, se encontró el cadáver de una momia neolítica en el interior de un glaciar de los Alpes austro-italianos. Aunque parece haber discrepancias sobre la antigüedad del cuerpo, son muchos los que parecen estar de acuerdo a la hora de asegurar que se trata del cadáver más pretérito de todos los hallados con piel; piel esmeradamente salpicada por 57 tatuajes. Algo que, inevitablemente, nos lleva a pensar que el tatuaje es tan antiguo como el hombre. 

Un itinerario cronológico por la historia del tattoo, pasaría necesariamente por el triangulo de la Polinesia, lugar en el que el grabado empezaba a edad muy temprana para ir creciendo en intensidad y marcando los ciclos vitales, hasta copar por completo la piel.

Pero si bien es cierto que los grabados sobre la piel humana han sido una constante histórico-universal, sus usos y abusos difieren en función de pueblos y momentos. Los maoríes, por ejemplo, acudían a ellos con especial fuerza antes de la guerra, siendo una curiosa y potente herramienta para provocarle miedo al adversario.  La temporalidad no suele ser la compañera ideal de viaje del tatuaje purista. Las grasas vegetales y los pigmentos pasajeros son anecdóticos en el conjunto de su historia. La henna queda reducida a ciertos pueblos y celebraciones. El tatuaje viene, en definitiva, para quedarse.

Muchas culturas lo dotaban de poderes protectores y curativos, pero ha sido su función ornamental la que se ha conservado con más fuerza, trascendiendo la epidermis del guerrero para calar en las sociedades más desarrolladas.

A día de hoy, todo vale en el mundo de los tatuajes: desde los motivos fifties tan en boga hasta mascotas o personajes célebres. Especial atención merecen los que implican juegos ópticos e imaginativos (por ejemplo: el que empieza en el empeine de un pié y sólo cobra sentido cuando el otro pié se sitúa en paralelo y lo completa)



Existen rasgos que no han perdido importancia a pesar de pertenecer a ámbitos que van más allá de lo meramente estético y decorativo. Especialmente freak puede parecernos el tatuaje con fines simbióticos. El que simboliza un enlace inquebrantable con una realidad concreta . Y es que los tatuajes tienen vocación inmortal. De ahí que ayuden al ser humano a llevarse puestos ciertos héroes colectivos, hijos o parejas. El gesto puede parecernos más o menos singular, pero habita entre nosotros.

Los que piensan que los tattos son un asunto estrafalario, deberían reflexionar acerca de cómo es posible entonces que lleguen a todos los hemisferios, grupos de edad y culturas

Su omnipresencia va más allá de los charcos y las tribus urbanas.

Alguna que otra casa parisina de lujo, negó no hace mucho que se tratara de cosa de excéntricos y, aprovechando su ubicuidad, subió el fenómeno a las pasarelas y lo comercializó.  En 2010, el Director Artístico de Chanel, Peter Philips lanzó una colección de tatuajes de la firma coronados por el logo de la gran Coco.

¿Logomanía? ¿fashionvictimismo? ¿arte? O el eterno hambre de inmortalidad del ser humano sin más…


Publicado en Funds People el 29/1/2012