domingo, 25 de marzo de 2012

Las mujeres de la mafia: novias, madres, sicarias


Las frías e inmortalizadas declaraciones de Sandra Avila Beltrán, más conocida como la Reina del Pacífico, la elevaron a los más altas esferas de las “damas pesadas”.  Aquellas que han crecido y madurado de la mano del crimen organizado.

Ávila Beltrán vive en la mente de los mexicanos desde que fue detenida por sus vínculos con el cartel de Sinaloa.

La reina había entregado su vida al blanqueo de dinero,  la introducción de cocaína desde Colombia y las relaciones públicas de los líderes más destacados del narcotráfico.

Así lo reza el “narco-corrido” de los Tucanes de Tijuana (Los “narco-corridos” son, fieles a su denominación, canciones sobre los capos, sus usos y abusos).

Y es que La Reina del Pacífico tuvo el glamour y  el hierro necesarios para protagonizar la poesía del submundo del delito más fino y descarnado.

No le faltaron hombres ni romances. Llegó a tener maridos; policías todos ellos que acabaron trascendiendo la legalidad para sumarse a las filas de los operadores del Pacífico.

Pero no todo en las mujeres de la mafia está hecho de hechizo y pieles.

Hace poco más de un año, una mujer nigeriana aterrizaba en un vuelo originario de Madrid en el aeropuerto de Palma. Llegaba indispuesta, desvanecida, convulsa. Me imagino que su agudo malestar y su avanzado embarazo hicieron que comandante y pasajeros reaccionaran con alarma.  Pero no creo que quienes la asistieron, alcanzaran a imaginar el motivo de su acceso: un embarazo natural acompañado de un auténtico laboratorio de cocaína. Un bombo altamente químico que acabó desencadenando un parto delictivo. Un kilo de cocaína cuidadosamente distribuido en dátiles.

El fenómeno mulero es especialmente dramático cuando el posible beneficio cobra más importancia que la vida propia y la ajena. Quien usa su cuerpo como contenedor de coca puede acabar con él. La rotura de una sola bolsa es suficiente para que la muerte súbita haga su aparición.

Las mujeres en estado de buena esperanza viajan acompañadas de un halo de presunción de inocencia que supera incluso al de los ancianos y los impedidos. Exentas de los controles de Rayos X, se convierten en el comodín de los narcos. El crimen organizado se reinventa y tras acudir a universitarios, jubilados, y discapacitados, abraza el paroxismo usando mujeres embarazadas. “Con un poco más de pancita unos miles de pesos extra”

El estómago de un adulto, puede albergar más de un kilo de ovoides de cocaína.  En la vagina de una embarazada, cabe hasta medio kilo. Las ventajas del segundo método son vitales. Parece ser que, a pesar de su menor capacidad, la vagina (al contrario que el intestino), no está hecha para absorber, lo que puede llegar a mantener la guadaña de la muerte alejada. Ante una rotura, la droga se expulsaría de forma natural. Por el contrario, si un ovoide de droga explota en el estómago, la filtración es inminente. Mujer e hijo mueren.

Existen además, otras ventajas derivadas del hecho de que las paredes vaginales no sean esponjas. La más plausible, que la mulera no experimenta los síntomas sospechosos de quien lleva la coca en el estómago: boca seca y ojos vidriosos.

He leído que una mulera boliviana cuenta los días que le quedan para ser puesta en libertad y poder exprimir su nuevo método: implantes de pechos con droga que haga las veces de silicona.

Hasta el momento, las futuras madres muleras parecen ser el correo humano más libre de sospecha, pero… ¿qué será lo siguiente? 


Publicado en Mujeres y Cia el 6/3/2012